lunes, 4 de enero de 2016

Luces y sombras

Perdí. Perdí por miedo a perder. Una y otra vez, y no me importó. Perdí tanto que hasta me perdí a mi mismo. No soy aquel de la mirada triste que no dice nada, del silencio que lo dice todo. Me abandoné en un cruce de caminos, y no quise mirar atrás. Dejé que el tiempo me arrastrara a otro yo donde doler. Me olvide de las partes de mi que se rompieron, porque arreglarlas dolía demasiado. Me busqué en mañanas de luz festiva que siempre terminaban en noches de desvelo. Grite en silencio por temor a que me escucharas. Me merecí la pena por temor a la alegría, que se me escapaba entre los dedos cada vez que quería sujetarla bien.

He cambiado tanto que no me reconozco. Pero vuelvo, siempre termino volviendo.
Me duermo, y la parte de mí dormida, despierta, y me recuerda todo lo que nunca hice bien.
Vuelvo.

Y me aterra acabar siendo el mismo. Es más fácil tenerlo todo por ganar, que tanto que perder. Sentir mis certezas inquebrantables cuando me coges la mano y me hablas bajito mirándome a los ojos. Y volver al desasosiego cada vez que te vas. Me vence el triste desfile de derrotas, el ruido ensordecedor de la calma, de falta de ti. No soporto querer a medias, con el freno de mano echado. Sentir la vida escapando cuando no te siento conmigo. Perder cada vez que renuncio a un sueño por miedo.

Pero somos la suma de las partes que nos conforman. Y yo soy todo eso. Soy incertidumbre y miedo, soy certeza y corazón. Soy adicto a tus alegrías y a mi nostalgia. Soy mis victorias y mis derrotas. Me vuelve loco amanecer a tu lado y me duermo atascado en el "y si...?" Me pueden las ganas y me faltan a veces. Sigo fallando en lo mismo, sigo cayendo y volviendo atrás.

Pero cada vez que me levanto, no soy el mismo.
Cada vez que vuelvo de mis tinieblas hay algo más de luz en mi.