sábado, 25 de marzo de 2017

Cruce de caminos

A veces la vida se esconde y te deja sólo ante el peligro. Te descubres inmóvil ante la incógnita de no saber cómo seguir adelante. Ves las dos opciones que tienes ante ti, y lo que supone tomar cada uno de esos caminos.

En uno de ellos se pueden ver, de lejos, ciertas cosas. Aunque el espeso ramaje apenas deja entrar la luz, reconoces los baches, las curvas, las luchas que tienes por delante. Y aunque te resulten familiares, dudas de tus propias capacidades, de tu valor, de la fuerza que aún te quede para poder vencerlos. Pero un poco más allá, a lo lejos, se intuye una luz que te sigue seduciendo. Pequeñita pero firme.

En el otro solo consigues ver un cambio de rasante. Un camino que sabes que va a comenzar con una bajada pronunciada, y después, la incógnita. Tú incógnita. Un camino donde perderte para volver a encontrarte. Un camino que sabes que descubrirás solo, sin más compañía que tus ganas por crecer y volver a quererte.

Después de tanto tiempo, me he dado cuenta de que las cosas que me asustan, me hacen más feliz.
Aquí es donde está el problema. Los dos me asustan tanto que me siento incapaz de dar un paso más.
Nunca se me dio bien tomar decisiones. Ni que me obliguen a tomarlas. Yo siempre fui más de salirme del camino, de olvidarme de todo esto y crear el mio propio.
Fluir, sin más objetivo que fluir.

lunes, 4 de enero de 2016

Luces y sombras

Perdí. Perdí por miedo a perder. Una y otra vez, y no me importó. Perdí tanto que hasta me perdí a mi mismo. No soy aquel de la mirada triste que no dice nada, del silencio que lo dice todo. Me abandoné en un cruce de caminos, y no quise mirar atrás. Dejé que el tiempo me arrastrara a otro yo donde doler. Me olvide de las partes de mi que se rompieron, porque arreglarlas dolía demasiado. Me busqué en mañanas de luz festiva que siempre terminaban en noches de desvelo. Grite en silencio por temor a que me escucharas. Me merecí la pena por temor a la alegría, que se me escapaba entre los dedos cada vez que quería sujetarla bien.

He cambiado tanto que no me reconozco. Pero vuelvo, siempre termino volviendo.
Me duermo, y la parte de mí dormida, despierta, y me recuerda todo lo que nunca hice bien.
Vuelvo.

Y me aterra acabar siendo el mismo. Es más fácil tenerlo todo por ganar, que tanto que perder. Sentir mis certezas inquebrantables cuando me coges la mano y me hablas bajito mirándome a los ojos. Y volver al desasosiego cada vez que te vas. Me vence el triste desfile de derrotas, el ruido ensordecedor de la calma, de falta de ti. No soporto querer a medias, con el freno de mano echado. Sentir la vida escapando cuando no te siento conmigo. Perder cada vez que renuncio a un sueño por miedo.

Pero somos la suma de las partes que nos conforman. Y yo soy todo eso. Soy incertidumbre y miedo, soy certeza y corazón. Soy adicto a tus alegrías y a mi nostalgia. Soy mis victorias y mis derrotas. Me vuelve loco amanecer a tu lado y me duermo atascado en el "y si...?" Me pueden las ganas y me faltan a veces. Sigo fallando en lo mismo, sigo cayendo y volviendo atrás.

Pero cada vez que me levanto, no soy el mismo.
Cada vez que vuelvo de mis tinieblas hay algo más de luz en mi.

martes, 8 de abril de 2014

Guía lenta para superar una ruptura

Escribo esta guía basada en mi experiencia personal. Es posible que a ti no te funcione. Es posible que a mi tampoco. Pero también es posible que sí. Solo por esa posibilidad, merece la pena intentarlo.
Escrito en presente, a pesar de ser un pasado imperfecto.

Paso 1 
Sobre como dejar de verla en todas partes (acepta)

Tienes que dejar de ver su reflejo en cada nuevo comienzo. Tienes que dejar de comparar estos primeros besos con el vuestro. Ninguno será igual de perfecto, pero tampoco tan erróneo como imaginas. Hay tantos primeros besos como personas respirando, y en esa marea de posibilidades puede que venga otro tsunami y puede que no. Mientras tanto, descubrí que dejarse mecer por la marea no suele llevar a ninguna parte: hay que nadar.

Paso 2
Te perdono, me perdono (perdona)

"Te perdono", te escupí a la cara. Y ni yo me lo creí.
Tienes que dejar de guardarla rencor. Todo lo que se guarda tanto tiempo a oscuras, acaba oliendo mal. Y ya va siendo hora de sacar la basura.
"Te perdono", te silbare la próxima vez que te vea, con un abrazo.
No quieres volver con ella, pero tampoco no verla más.
Puede que te hiciera daño, pero respeta su presunción de inocencia. Puede que la quisieras demasiado, perdónate tu la tuya.


Paso 3
Si buscas, no encuentras (observa)

No empieces a buscar fuera sin mirarte antes por dentro. De verdad, no lo hagas. Porque cuando encuentres algo, creerás que no es para ti. No empieces a desear impetuosamente algo que ni siquiera sabes si es de tu talla. Antes tienes que medirte. Tranquilamente, sin prisa. Mírate, mira a tu alrededor, y mídete. Y cuando estés completamente seguro de que es lo que te vale, vuelve a medirte. Y pruébate la ropa. No tengas miedo de probarte algo que pienses que no te va a valer. Te sorprenderá lo que cambian las cosas vistas desde dentro.

Paso 4
El miedo al vacío te deja vacío (salta)

Así es el amor. Aprender a querer es como aprender a volar. Saltas, y caes o vuelas. Pero tienes que saltar. No hay amor sin riesgo. Hay vacíos que jamás serás capaz de volver a llenar del todo, pero puedes volver a abrirlos al público. Lo más probable es que al principio solo vengan mirones y curiosos, pero puede que a alguien le guste lo que ve y se quede a dormir. Puede que vuelva otro día, puede que pase el fin de semana. Hasta puede que se venga a vivir. Y aunque coloque sus muebles llenando huecos distintos, puede que tu nueva decoración interna sea más acogedora que la antigua. Será diferente, seguro, pero no por ello menos válida. No elimines la posibilidad.

Paso 5
Ocúpate y no te pre-ocupes (camina)

Ya lo has aceptado, ahora toca creérselo. Hubo un tiempo donde existía otro "yo", otro "tú", que funcionaba a la perfección sin "ella". Recuérdalo, recuérdate y vuelve a los orígenes sin olvidar lo que has aprendido. Date el lujo de disfrutar, de hacer lo que te gusta, lo que te gustaba y lo que te gustará. No te quedes paralizado. Puedes llenar tu corazón de miedos e inseguridades y toda luz será insuficiente. Lucha por mantenerlo puro, y un solo rayo lo iluminará todo.

sábado, 15 de febrero de 2014

Estacional

Una gota de agua resbalando por la última hoja anaranjada del otoño lo cambió todo. O quizás no, aunque resultó un buen principio. Siempre estuvo ahí, pero nunca la había visto. Cuantas veces nos pasa lo mismo. Al igual que la endeble rama, en la que la hoja ponía inútilmente sus últimas esperanzas. El otoño dio paso al invierno, y con ello tiñó de blanco el paisaje.

Fuera hacía frío. Dentro también. Ya no ese frío gélido que paraliza, pero hacía tiempo que el calor de un rayo de Sol no hervía su ánimo. Se acostumbró a la explosión de sentimientos que para él suponía respirar su aire, y, con el verano acabado, pasó a arrastrarse de momento en momento. Olvidó la belleza cotidiana refugiado en las sombras de lo sencillo, en la necesidad del ignorante, que sigue como un burro atontado, una zanahoria.

No hay peor remedio para dejar de perseguir fantasmas, que perder el hambre. Porque hasta el apetito te abandona cuando se siente maltratado, cuando haces de su sentimiento una obligación. Y te vuelves insaciable, desoyendo sus gritos desesperados que claman de nuevo un respiro. Pero el invierno se asocia contigo, el hambre te deja débil, endeble. Cada bocado, un suplicio.

Y lloras. Lloras ríos y mares y océanos. Lloras por dentro, con cada mirada pérdida, lloras por fuera, con cada desplante. Se deshielan tus entrañas por esa fuerza innata del ser, que transforma de nuevo el terreno perdido, en tierra de cultivo. Esperas en vano un día abrir los ojos y que las nubes se hayan ido. Que brille el Sol y descubrir sorprendido como una semilla, movida por el viento, cayó en tu terreno y agarró con fuerza sus raíces. Pero nada de eso pasa, no habrá milagro. Puedes seguir esperando, lamentando tu suerte, o puedes ponerte en pie. Confiar en tus fuerzas y empezar a trabajar.

Ponerte en marcha y cultivar tu propio jardín.

jueves, 2 de enero de 2014

Twitter

¡Sígueme en Twitter!

Pensamientos
@P3nsamientos
https://twitter.com/P3nsamientos

:)

jueves, 12 de septiembre de 2013

Sobre ausencias y soledades

La falta de compromiso de hoy en día empieza a ser poco más que alarmante. Y no hablo de matrimonio, ni de los hijos ni nada por el estilo. Hablo del compromiso diario. De dar un poco de ti para recibir un poco de los otros. Te acabas cansando de dar tanto y de recibir basura. Porque el egoísmo ya ha traspasado fronteras insospechadas. Y no es solo de un círculo personal concreto de lo que hablo. Es una maldita tendencia generalizada. La gente es cada vez más independiente y encima entiende esa independencia como un valor especial. Como si la vida no fuese con ellos. Como si vivir no fuese social. Se ausentan en sus experiencias personales y emociones creyéndose más que los demás por no necesitar nada de ellos. Y pobres, no se dan cuenta que necesitamos todos de todos. Que levantando muros y aislándose, solo conseguirán sentirse más y más vacíos cada vez, requiriendo experiencias cada vez más extremas para seguir sintiendo... algo. Para seguir sintiendo. Y aquí nos quedamos aquellos que reconocemos necesitar de los demás, con dos palmos de narices, pues nadie necesita de nosotros.

Pero yo, por mi parte, no me voy a rendir. Seguiré tendiendo puentes, para quien quiera pasar por ellos. Puede que algún día alguien tenga la humildad de reconocer que solo no puede con todo. De aceptar su naturaleza social, de tener el valor de pedir ayuda. Y entonces, con suerte, quizá encuentre uno de mis puentes. Quizá sigan en pie.

Para ayudar a cruzar ríos, que de otra forma, serían infranqueables.

sábado, 10 de agosto de 2013

Amor

Se conocieron por casualidad. Así es como empiezan las verdaderas historias de amor. Fruto de un azar que va colocando cada una de las piezas en su sitio exacto, haciéndolas encajar como si siempre hubieran estado ahí. Cada momento era justo como tenía que ser, cada palabra estaba llena de profundo significado, que se marcaba a fuego en cada uno de ellos. Era uno de esos momentos que jamás olvidas, que según los vives, sabes que serán eternos, y que, con toda probabilidad, algún día volverán a tu cabeza para sacarte sonrisas.

Aunque eran muy diferentes y sus gustos se complementaban, guardaban un cierto parecido que les hacía sentirse reflejados en el otro. Sus defectos parecían cualidades, y las virtudes no existían realmente, porque, para sus ojos, eran todo virtud.

Los momentos de silencio no eran incómodos, y jamás lo fueron, porque era en esos silencios cuando realmente comprendían lo afortunados que eran de encontrarse justo ahí en ese preciso instante, al lado de la persona más maravillosa que habían conocido en la vida.

No había discusiones porque no había nada sobre lo que discutir. Cuando no llegaban a un acuerdo, alguno de los dos cedía, sin importar quién, dejando el ego a un lado, y sin guardar rencor. Sin echarlo en cara. Sabían que era por el bien de los dos, y eso era lo más importante. Se sentían parte el uno del otro, la misma persona y a la vez personas separadas. Una esfera perfecta sin dejar de ser dos mitades independientes.

Ella le creía una gran persona, y quizá por no llevarle la contraria, o porque también él lo acabó creyendo, se convirtió en mejor persona. Sacaba lo bueno a relucir y lo malo quedaba relegado a un segundo plano, apartado y casi olvidado. Cierto es que cuando no recuerdas algo, no lo tienes en mente, y acaba perdiendo importancia, llegando casi a desaparecer.

Él sabía que ella era única. No había otra igual. No tenía que seguir buscando, porque no había nada que buscar. Hay quien duda y piensa que no ha buscado lo suficiente, que quizá haya algo mejor ahí fuera. Que está siendo conformista, o que su felicidad no es verdadera. A él esa duda jamás lo afectaría. Porque aunque objetivamente bien es posible que haya alguien mejor o peor que ella, sería diferente. No sería ella. Y ella era justamente lo que el quería.

Todos creen que la fase de enamoramiento de las relaciones acaba desapareciendo con el tiempo, y la rutina hace su aparición sin ser llamada. Pero estaba claro que a ellos no les pasaría eso. Estaban hechos el uno para el otro, y siempre iba a ser así.

Pero su siempre no sería eterno.
Acabó, como todos los sueños, al despertar.