La falta de compromiso de hoy en día empieza a ser poco más que alarmante. Y no hablo de matrimonio, ni de los hijos ni nada por el estilo. Hablo del compromiso diario. De dar un poco de ti para recibir un poco de los otros. Te acabas cansando de dar tanto y de recibir basura. Porque el egoísmo ya ha traspasado fronteras insospechadas. Y no es solo de un círculo personal concreto de lo que hablo. Es una maldita tendencia generalizada. La gente es cada vez más independiente y encima entiende esa independencia como un valor especial. Como si la vida no fuese con ellos. Como si vivir no fuese social. Se ausentan en sus experiencias personales y emociones creyéndose más que los demás por no necesitar nada de ellos. Y pobres, no se dan cuenta que necesitamos todos de todos. Que levantando muros y aislándose, solo conseguirán sentirse más y más vacíos cada vez, requiriendo experiencias cada vez más extremas para seguir sintiendo... algo. Para seguir sintiendo. Y aquí nos quedamos aquellos que reconocemos necesitar de los demás, con dos palmos de narices, pues nadie necesita de nosotros.
Pero yo, por mi parte, no me voy a rendir. Seguiré tendiendo puentes, para quien quiera pasar por ellos. Puede que algún día alguien tenga la humildad de reconocer que solo no puede con todo. De aceptar su naturaleza social, de tener el valor de pedir ayuda. Y entonces, con suerte, quizá encuentre uno de mis puentes. Quizá sigan en pie.
Para ayudar a cruzar ríos, que de otra forma, serían infranqueables.