lunes, 10 de diciembre de 2012

Sin ella no habrías emprendido el camino



Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias 
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

* * *

In: Konstantinos Pretrou Kavafis, Ítaca


miércoles, 28 de noviembre de 2012

Serenity Falls

CAPÍTULO 1

Sillicone Valley era poco más que una aldea, en la que todos sus habitantes se conocían, y en la que ningún suceso alteraba la tranquilidad que se respiraba (más allá de ocasionales peleas o líos de faldas que rápidamente caían en el olvido). Nada hacía presagiar la intensa vorágine de acontecimientos en la que acabarían sumergidos.

El intenso pitido del despertador sonó por tercera vez, oportuno recuerdo de que el comienzo de un nuevo día no podía demorarse más. Como un rayo, Katia saltó de la cama, se puso lo primero que encontró en el armario, y se fue corriendo al instituto. No le dio tiempo a fijarse en nada, a decir adiós a sus padres o a su hermano, a comprobar que todo estaba en orden, que el devenir de los días seguía su camino, aparentemente tranquilo. Así es el tiempo. Se nos escapa cuando más lo necesitamos, y nos desborda cuando buscamos una salida.

Las clases ya habían comenzado, y los pasillos del instituto estaban desiertos. Los carteles de las paredes aún anunciaban el masivo concierto benéfico en el pueblo vecino, fijados allí por sus habitantes, más por compromiso que por esperanza, pues nadie en Sillicone Valley acudió a la llamada.

Al entrar en la clase todos clavaron sus fijas miradas en ella, extrañados por aquel retraso, aquella salida de la normalidad, pero acostumbrados a ver a su compañera en estas situaciones. El profesor la acompañó al pasillo para charlar con ella.

- Katia, es la tercera vez que llegas tarde este semestre, ¿Cuál es la excusa esta vez?
- No hay ninguna Señor Collins. He vuelto a quedarme dormida.
- Está bien. Entra en clase, pero espérame a la salida, iremos a comentárselo al director.

Como si eso fuese a cambiar las cosas. Como si en una simple charla se pudiesen compensar años de ausencia, de pasividad, de ignorancia – pensó Katia - Como si no supieses que tu mujer te engaña, y no pagases toda tu frustración con tus alumnos.

Katia era una chica muy intuitiva. Conocía los problemas de los demás con tan sólo mirarles a los ojos, como si a través de su mirada, transparente esfera, pudiese captar el reflejo de cada pequeña emoción.

En ese mismo instante, el profesor, casi arrepentido, hizo un ademán de retractarse de sus palabras, como si la compasión se hubiese apoderado de el por un momento, como si una pizca de humanidad aún recorriese sus venas, lejano recuerdo de lo que algún día fuimos. Pero duró poco más de un segundo, rápidamente entró en la clase de nuevo y continúo con la aburrida lección de historia.

En ese mismo instante, el abatimiento cayó sobre Katia. La ausente esperanza en una reacción distinta de su profesor, las esquivas miradas de sus compañeros, sus tímidos saludos, sus serios semblantes, no hacían más que sumar carga al pesado lastre que hace tiempo arrastraba.

Así era Sillicone Valley. La desidia paseaba a sus anchas por las calles, como una ciudadana más. Una invitada a la que todos los vecinos saludaban, y con la que se paraban a charlar, sin saber cuándo se estableció, ni por qué motivo no se quería ir. Sucedió hace años, nadie recuerda el momento exacto. Resulta complicado conocer en que instante comenzó. Quizá poco a poco. Es difícil establecer una fecha de inicio, un principio, un antes y un después. ¿Cómo saber que suceso fue más importante que su predecesor, o que decisión cambió todo para siempre, echándolo a perder?

Quién establece los principios y los finales carece de toda objetividad, y es su criterio inexorable el que marca los compases de nuestras vidas.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Despejando incógnitas

Será la sonrisa, la suave caricia de unos dientes al aire, sin complejos.
Será la mirada, dibujada en la cara, profunda e intensa.
Quizá esos labios que nublan la mente, que despiertan un intenso mundo de fantasía.
O el embriagador perfume, invisible contacto que tantas veces hipnotiza.

La misma pregunta sigue sonando,
impasible aparece en cada resquicio de soledad.
A veces frágil, susurro apenas audible,
otras demoledora, dura dosis de realidad.

Sin saber cómo sucede, no se puede buscar, 
tan solo nos queda esperar.
En cada nostálgica sombra,
brillantes rayos de esperanza.
En cada lágrima impaciente,
pañuelos de ilusión.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Punto y seguido

Todo pasa, todo llega.
Y así, aquello que creías que recordarías siempre, se va borrando. Desaparece, y su huella es cada día menos visible. Aquel momento que duraría eternamente se fue volando, quizá buscando otro "yo" donde doler.

Es lo que tiene el tiempo, te guste o no, sigue su camino, y anclado a él, te invita a caminar. Aunque te resistas e intentes evitarlo. Aunque te enfades y cual niño enrabietado te niegues a dar un paso más. Así, en lugar de acompañar la vida con paso tranquilo, pasas a ser arrastrado por ella, y haces de cada momento un rasguño. No puedes decirle al tiempo cuando puede avanzar.

Pero cada experiencia trae algo nuevo, de todo se aprende. Aprendes a mirar más allá de tus propias narices y con sólo levantar la mirada descubres que no estás solo. No eres tú contra el mundo, ni el único que lucha. Ves el sufrir de los otros, sus batallas. Y te sientes pequeño e iluso. Pero no derrotado. Nuevo. Te redescubres, abres los ojos y ves la mano tendida hacia ti. Puedes cogerla y levantarte. Lo haces. 

Entonces, sin la preocupación de ir a contrapulso, recuerdas paulatinamente lo bueno que te ofrece la vida. Ves la bondad y generosidad de ese alguien que tendió su mano. Ves la felicidad y alegría con la que puso tu brazo sobre sus hombros y no descansó hasta verte caminar de nuevo. Te ayudó a crecer, madurar. A cambiar odio por cariño , rencor por agradecimiento, dolor por felicidad.

Y hoy, menos perdido, me siento orgulloso a contemplar el atardecer de una época convulsa. Puede que las magulladuras sigan doliendo.  Que la herida no haya cicatrizado por completo o que el corazón no haya recuperado aún su espontaneidad.

Pero eres consciente de que el paisaje ha cambiado y has regresado al camino.

Punto y seguido.

jueves, 23 de febrero de 2012

Rise

Haciendo un titánico esfuerzo, cogió su lápiz de nuevo y se dispuso a garabatear emociones. Y aunque le pesara como una vara de plomo, y para moverlo tuviese que emplear el brazo entero y más de la mitad de sus neuronas, tomo la decisión de seguir escribiendo. Aunque el sentimiento recurrente de su tema favorito se haya esfumado, y su musa esté congelada, su primavera personal había llegado, y no sería él quien la detuviese.